Eran las 21:45 de la noche en el plató. Se veía claramente el nerviosismo en todos nosotros. Los productores habían arreglado dos horas extras con todo el equipo (¿todo? No, no creáis eso, muchachos. "Todos" es referirse al equipo de luces , de sonido, y de cámara. A los actores se les paga por sesión y a los guionistas... bueno, a estos si se puede no se les paga).
Me disperso. Era tarde, y en quince minutos se recogía todo. El director ensayaba el último plano del día:
- Y cuando se cierre la puerta esperas. Poco a poco te vas dando cuenta de que es el amor de tu vida la que se está yendo. Recuerdas los momentos con ella, lo intenso que ha sido. Y entonces tienes una revelación. Corres hacia la ventana y la abres de par en par para gritar tu amor...
-El personaje no haría eso.
Silencio en el plató. Es una frase que si pasas el suficiente tiempo en este mundillo acabas escuchando: a un actor justificando sus movimientos, a un director para quitarle alguna idea de la cabeza a un actor, a algún guionista que lo dice y al que nadie hace caso, o a algún productor realmente metomentodo y crucificable.
Creo que nunca se lo había oído decir a un eléctrico.
La calma que precede a la tormenta. El eléctrico, tranquilo mientras todos le observan. La mano sobre la bolsa a la cintura, el metal de la leatherman brillando a modo de revolver... como si estuvieramos en mitad de Ok corral y él estuviera a punto de entrar en la mitología americana... y entonces, en cuestión de segundos, sobreviene la explosión de egos. Quien se atreve, quien osa, quien se interpone entre el genio creador y su obra? un simple eléctrico?
Mi amigo aguanta sin inmutarse la balacera. El plano continúa, los cámaras toman su lugar, el microfonista coge la pértiga, el productor pasa a su lado susurrando un "ya hablaremos" que suena a epitafio. El ayudante de dirección grita acción porque el director se encuentra demasiado alterado para hacerlo.
La escena es maravillosa, todos trabajan a la perfección, la actuación es intensa pero controlada. Soberbia. El actor arruga en sus manos la carta que le ha dejado su amada hasta que se ve en sus ojos el brillo del perdón.
Corre hacia la ventana para anunciar su amor a gritos y al abrir los póstigos de la ventana encuentra un foco de 5.000 watios a 40 centímetros de su nariz. Grita, pero no precisamente su amor. Un enfermero corre a socorrerle. El director se lleva las manos a la cabeza. Se acabó el rodaje por hoy.
En mitad del plató seguía el eléctrico, mirando con cierta piedad la escena, antes de darse la vuelta y recoger su guardapolvo.
El personaje no haría eso...
Y luego habrá quien dude de si es el mejor guionista del mundo.
Cajón de sastre y desastre. Torreón de cuervos. Pared de manicomio con anotaciones en inquietante color rojo. También se preparan hamburguesas. Aviso: Abandonos anuales previsibles
jueves, 23 de octubre de 2008
lunes, 20 de octubre de 2008
Tengo un amigo...
Tengo un amigo que asegura que es el mejor guionista del mundo.
Y no sólo eso, sino que además le parece que es de lo más sencillo. Le sale natural. Puede ver las historias moverse y fluir bajo sus dedos como si fueran pequeñas marionetas manejadas a su antojo.
Puede inventar personajes maravillosos, creibles, sorprendentes y reales en apenas unos segundos. Puede ver como dos personas se pasan un cigarrillo en un bar e inventar una historia que te dejará pegado a la barra durante media hora, con la boca abierta y la cerveza caliente. Conoce todas las reglas, ha leído todos los libros, sabe todos los trucos, y además no necesita utilizarlos.
No tiene que aguantar a productores que le exijan horarios de entrega imposibles, ni que le digan una y otra vez que no ha pillado el tono. No lo necesita, él no ha ido a suplicar a la puerta de la productora una oportunidad para demostrar su talento. Tiene otras fuentes de ingreso, y si no le admiten lo que él ha creado, no tiene que rebajarse a hacer una reescritura tras otra, prostituyendo cada vez más su idea conforme sube la numeración de la versión.
No tiene que pelearse con directores que quieren imponer su visión artística, con actrices que quieren que su cara esté continuamente en el plano, con jefes de producción que te hacen elegir entre un personaje episódico o una localización en el multifuncional, y te crucificaran boca abajo y te enterrarán bajo un cruce de caminos si se te ocurre pedir las dos a la vez...
Claro que mi amigo juega con ventaja.
No ha escrito una página en su vida.
(No te jode... ¡Así hasta yo!)
Y no sólo eso, sino que además le parece que es de lo más sencillo. Le sale natural. Puede ver las historias moverse y fluir bajo sus dedos como si fueran pequeñas marionetas manejadas a su antojo.
Puede inventar personajes maravillosos, creibles, sorprendentes y reales en apenas unos segundos. Puede ver como dos personas se pasan un cigarrillo en un bar e inventar una historia que te dejará pegado a la barra durante media hora, con la boca abierta y la cerveza caliente. Conoce todas las reglas, ha leído todos los libros, sabe todos los trucos, y además no necesita utilizarlos.
No tiene que aguantar a productores que le exijan horarios de entrega imposibles, ni que le digan una y otra vez que no ha pillado el tono. No lo necesita, él no ha ido a suplicar a la puerta de la productora una oportunidad para demostrar su talento. Tiene otras fuentes de ingreso, y si no le admiten lo que él ha creado, no tiene que rebajarse a hacer una reescritura tras otra, prostituyendo cada vez más su idea conforme sube la numeración de la versión.
No tiene que pelearse con directores que quieren imponer su visión artística, con actrices que quieren que su cara esté continuamente en el plano, con jefes de producción que te hacen elegir entre un personaje episódico o una localización en el multifuncional, y te crucificaran boca abajo y te enterrarán bajo un cruce de caminos si se te ocurre pedir las dos a la vez...
Claro que mi amigo juega con ventaja.
No ha escrito una página en su vida.
(No te jode... ¡Así hasta yo!)
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