martes, 14 de julio de 2009

Patata Caliente

Apollo mantenía la vista en los papeles que cubrían como una segunda capa de baldosas el suelo de la sala. Mapas de salto, cartas de atronavegación, los informes de los raptor que enviaba constantemente… incluso relatos de capitanes demasiado ebrios para escribir correctamente un diario de abordo. Cualquier cosa que pudiera ser un débil resplandor del faro que iluminaba a lo lejos la llegada a Kobol. Era un trabajo largo, tedioso… pero no tenía nada más que hacer tras los barrotes de la prisión.

Su padre había tenido que firmar la orden cuando se descubrió que era un cylon. El viejo había golpeado las paredes de su habitación, había tirado los libros de sus estantes y destrozado las botellas de whisky de Cáprica, probablemente las últimas que quedaban en todo el universo. El camarote del capitán parecía haber sido golpeado por un terrible tifón. Sólo quedó en pie una solitaria foto. Una foto con tres pilotos a los pies de un viper. Una foto arrugada por las lágrimas.

Las puertas de la prisión se abrieron. Los guardias se miraron entre ellos antes de apartarse y permitir el paso al manojo de nervios, papeles, ropa sudada y tranquilizantes que resultó ser el presidente de las colonias.

-El último raptor no ha vuelto – los papeles temblaban en las manos del hombre que debía guiarlos en el rumbo a Kobol.

-¿Quién tripulaba? –Apollo se preparaba para descubrir a que tres personas había enviado a la muerte. Otra vez.

El presidente leyó los nombres de una de las hojas. Otras veinte cayeron al suelo.

-Ice cream, tool bar, big balls… dioses, ¿tenéis que poneros estos nombres? No hay manera de hacer un discurso inspirador sin que se echen a reír.

-No te vendría mal que se rieran un poco.

-¿Crees que contratar un cómico elevaría la moral de la flota?

-Gaius, lo que sé es que si baja más no tendremos sitio en los calabozos para encerrar a los amotinados. Y aquí ya estoy bastante estrecho. –Buscaba uno de los libros que había desechado y volvía a seguir las divagaciones del viejo lobo del espacio borracho. Casi se olía el alcohol que destilaba su piel al escribirlo- ¿Cómo ha ido la última reunión del quórum?

-Ah, muy bien, muy bien… me han despedido.

El libro cayó al suelo de golpe. Apollo miró a Gaius Baltar con cara de incredulidad.

-¿Cómo han hecho para sacarte del despacho presidencial? ¿Te han quitado a las becarias y lo han llenado de granjeros barbudos de Aerilon?

Gaius continuó paseando por el otro lado de la puerta de su celda. Ver a aquel hombre desesperado, despojado de su cargo y emocionalmente destruido le hizo plantearse hacia que lado estaban colocados esos barrotes.

-Queda un cylon en la nave. Dos, si contamos al que está en el calabozo trazando rutas de salto hacia ninguna parte. Casi no nos queda tylium para encender un mechero. Los alimentos escasean. He hecho una aproximación del racionamiento, pero no dará para más dos meses. Los capitanes de la Trhonos y la Argos piden placas solares y que el reparto de aguas sea rotatorio para que no les toque a ellos el fondo de la barrica. Dicen que sabe a rayos.

-Es que la barcaza de víveres era un transporte de petróleo. ¿Por qué me cuentas todo esto?

-Porque eres el nuevo presidente de las colonias.- sacó un papel de la cada vez más delgada montaña de papeles con la que había entrado.- Esta es la última acta del partido que firmé, nombrando un vicepresidente. Ascendiste dos minutos después, cuando me hicieron firmar la renuncia. Vístete y arregla la celda. Me temo que jurarás el cargo desde ahí. No me dio tiempo a arreglar la orden presidencial para liberarte, tendrás que firmártela tú mismo.

Apollo miró a Baltar, y después al papel que le tendía. Lo leyó rápidamente, comprobando si era legalmente factible. Levantó la vista hacia el ex-presidente. Realmente lo había hecho, había nombrado como presidente de las colonias a una tostadora.

-Me equivoqué contigo, Gaius

-¿Ah, sí? ¿En qué?

-Realmente no te hace falta contratar a un cómico.